Polvo

de Cristiano Gabrielli

«Porque la realidad es terriblemente superior a cada historia, a cada cuento de hadas, a cada divinidad, a cada surrealidad. Basta tener la genialidad de saber interpretarla. «

Antonin Artaud

Soy escultor y siempre tengo en los ojos una imagen que me acompaña.

El polvo en el suelo que rodea mis trabajos de estudiante.

La pieza terminada está puesta sobre los soportes que en la ocasión son tres bajos taburetes redondos.

El concepto de arte pobre está presente, quizás afortunadamente, sólo en la limitación de los medios disponibles y en la urgencia de encontrarlos: un espacio, vigas de madera y alambre de hierro galvanizado para la armadura robados en una obra o sacados entre los escombros, estopa de fontanero, un bulto de yeso comprado ahorrando en el sándwich y los cigarrillos.

En unos momentos un compañero siempre bastante cabronazo y quisquilloso pero muy querido llegará a mis espaldas muy suavemente.

A la chica de primer año a la cual estoy enseñando triunfante, sabelotodo, charlatán y todo mamón mi obra declarará: – En serio hermana es muy bueno en lo que hace ¿verdad? Entonces mira y disfruta todo lo que te interesa….si logras distinguirlo de la basura alrededor, pero por favor nunca aprendas a crear un cochinero como este que dejó en el piso, ya uno es demasiado.-

El recuerdo es placentero no obstante la vergüenza del momento, la ingenuidad del trabajo y la abundancia de pelo, particular que ahora falta totalmente.

Alguien podrá acusarme de exceso de romanticismo, pero en realidad la imagen y la consiguiente metáfora son absolutamente realistas.

El polvo significa mucho para mí.

La parte oculta sin la cual se niega la existencia de la obra.

En el trabajo manual representa sea lo que posteriormente se considera sobreabundante pero que en curso de obra es necesario al proceso, que la operación hecha sobre la materia para organizarla, comprimirla o sublimarla en una forma que responda a una idea, a una necesidad, a un contexto y a un mensaje.

Significativamente en el polvo, en el aserrín, en la limadura, tanto los antiguos maestros como los viejos artesanos dibujaban de manera aparentemente insensata para los ojos de quien se encontraba mirando y preguntando, algunas veces comunicaban y sintetizaban a colegas y compañeros un concepto, un código, una variación, una posibilidad, otras sacaban material para soluciones improvisadas e ingeniosas.

Pizarras mágicas que se llenan y se borran, más móviles y ricas algunas veces que el artefacto puesto en pose de muchos resultados finales.

Aunque en una época cínica mi reflexión no quiere en absoluto, como es práctica en los procesos carentes de capacidad pero abundantes en semántica, aprovechar para poner en esmero en lugar de la obra el descarte y la basura por simple incapacidad técnica y ética en asumir las responsabilidades del proceso creativo.

Más prosaica y cómodamente, tanto en el contexto social y humano como en el ámbito expresivo, el polvo se barre y ya.

Es el descarte, la mancha humana, el detrito, el fósil del gozoso consumo: hay que eliminarlo del contexto.

Contamina el trabajo sólo hacer sospechar que es generado por/en cualquier forma de suciedad, por eso nadie quiere verlo o ocuparse de ello, permanecerá solamente en la memoria de quien conscientemente ha vivido el proceso.

Personalmente me ayuda y me gusta mucho tenerlo siempre presente el polvo, así como es agradable crearlo o compartir un espacio de vida y de trabajo en el que también todos los demás que lo habitan y animan lo crean, lo tienen presente y se ocupan de ello.

El polvo habla, así que incluso cuando estoy lejos puedo sentir y vivir las cosas y las personas y su relación con el espacio y por lo tanto con la vida.

Lo que se percibe es la energía de aquellos que viven y trabajan, soñan y luchan, aprenden y llevan a cabo, tal vez fallando y fracasado respecto a algunos paràmetros o quizás màs bien iniciado caminos que los llevaran a otros lugares, hallazgos y logros.

Otras veces veo la presencia de los que regresarán un día desde un largo viaje interior, en dirección obstinadamente contraria a la cordura del pensamiento pragmatico y del buen sentido común.

Entonces esta vez a través del polvo, además que hablar sólo de mis recuerdos, haré algunas reflexiones como maestro.

Quizás lo necesito para poder a pesar de la distancia volver a contestar a las preguntas persistentes, para recordar y reconectarme con las personas, las charlas, las diatribas gustosas, largas y agotadoras, pero absolutamente interesantes, las mirada fijas e intensas, las manos nerviosas.

Para hablar de lo que demasiado a menudo se omite, tanto en la enseñanza ortodoxa que en la más «moderna» y respondiente a las necesidades actuales, tanto en los talleres que en los cursos de cada género y tipo o en las “creativity academy” horizontales.

La (co)creatividad, el confort, la ergonomía, la capacidad de respuesta a las necesidades de la audiencia, la estilización y la industrialización de las capacidades expresivas e humanas, la velocidad parecen siempre los “tips” ganadores.

Todavía estoy esperando que alguien me enseñe la glándula a través de la cual se produce algo artístico, o que otros no me inviten alegramente a salir de mi zona de confort para atraparme definitivamente en una bonita zona de detención.

Algunos piensan que es más sencillo, a través de experiencias de enseñanza o de operatividad artística directa, transmitir metodologías ciertas y cumplir sus propios éxitos y los de los demás, para los demás.

Otros son muy listos e indican decálogos, entregan manuales operativos y «métodos» que un ojo crítico y entrenado puede más bien reconocer como pastiches y panfletos.

Alguien más indica percursos existenciales o espirituales «que le funcionan».

La mayoría son alborotadores que mezclan y sincretizan, groseramente y negligentemente, lo que requiere mucho tiempo y estudios críticos, itinerarios espirituales y psicológicos autógenos y extenuantes, absolutamente personales y no reducibles en las pildoritas populares que se entregan.

Una caja de herramientas para todos con la que uno pueda auto sugestionarse o influenciar respecto a la consecución de fines prácticos o efectos personales y de masa.

Otros son rápidos a imbuir los patrones de nuevas ortodoxias, funcionales a las aplicaciones más actuales, virales y virulentas, que puedan permitir a los participantes de tener el programa , la estética o la secuencia exacta de aplicación en su propia vida existencial y en el producto artístico.

Eso se ha gradualmente convertido en la actitud más sencilla, tanto en la práctica artística que en la enseñanza, que en la vida diaria: trabajar exclusivamente en los instrumentos, los tools, entendiéndolos en realidad como armas, poderes y «súper poderes», da utilizar en el corto plazo, aprendiéndolos en un tiempo cierto y definido, con los que manipular al espectador y primariamente a sí mismos.

Lo que era la costumbre de las academias, de los cínicos y de los “bomberos” ha infectado inevitablemente las expresiones y las acciones más puras nacidas de la vanguardia y de las guerrillas.

En nombre de un nefasto consumo cultural e humano, que necesita su dosis diaria de carnitas, sellos, guarniciones, salsitas, presentaciones (y prestaciones) apropiadas, se inmortaliza de manera temporal disecando en formas, apariciones y simulacros.

Entonces, a través de un atento maquillaje, se proponen los cadáveres de la experiencia, de las formas, de los estilos, tratándolos exclusivamente cómo películas, como útiles etiquetas de «moda», ahora «apropriaciones», «links visuales o culturales».

Muchas veces en el proceso, trágicamente se dejan atràs otros cadáveres.

Se ve muy cómodo olvidar o disimular la evidencia de que detrás de “los mecanismos” están ocultas experiencias personales únicas, que sus destinatarios son seres humanos y no objectos o dispositivos mecánicos y electrónicos que necesitan sólo de un buen moldeo, un formateo o la tècnica, el software o la psicotécnica adecuada en el momento, o más bien adecuada a la ideología del transmisor.

Una actitud que está poniendo en serio peligro la esencia misma del trabajo del artista, del maestro así como los que son los receptores de las experiencias y del mensaje.

En general parece más funcional pedir y entregar sin preguntarse demasiado, fortalecer la emulación, la proactividad y la resilienza, tal vez crear idiotas cognitivos y analfabetas visuales: un esclavo no tiene necesidad de pensar críticamente, si maneja su prestación mientras tiene una bonita sonrisa y se adapta asertivo sin hacer demasiado ruido, creendo de hacer, en el entonces que produce, interesantes y fundamentales experiencias, mejor.

Así mismo en el arte es más cómodo callar y producir, al final se pueden poner cómo didascálias las mismas idioteces de siempre y cosechar triunfos.

No hablo exclusivamente de estètica, me interesan màs las implicaciones éticas y los peligros asociados a la desestabilización del ser o al momificarse de la interioridad o de su cristalización en núcleos cínicos.

Está claro que el discurso así se hace amplio y crítico, probablemente incómodo, para los que mejor encarnan el espíritu de la época y que mejor sirven tanto a los dictados y a las necesidades del mercado que a los que están relacionados con la producción cultural de cualquier extraciòn, con el fomento de los egos que en ese ámbito en algunos casos se santifican y en otros se explotan, se desechan y se van a esconder con cuidado bajo la alfombra.

Creo firmemente que es perjudicial identificar automáticamente los maestros con las guías espirituales, pensando que puedan tener las técnicas clave y además la tecnología adeguada, diseñada para manejar la frecuencia más útil para manipular el arte, lo existencial, lo personal propio y de los demás.

Al mismo tiempo estoy profundamente convencido que un maestro nunca puede ni tiene que huir o esconderse de las responsabilidades que comporta relacionarse y estar en contacto con las partes más sensibles, privadas y tiernas de otros seres humanos en formación: él no es una entidad superior que se encarga exclusivamente de fabricar y esculpir a otros artistas, alguien que no se ocupa de los que, en algun momento, se vuelven polvo en vez de ser el prometidor bloque de marmól o la esquisita obra maestra.

Así mismo, confundir los pedagogos con los demagogos, confundiendo la capacidad de manejo profesiónal con la manipulación profesiónal, no sólo es totalmente erróneo, pero aún más bajo: eso juega un papel decisivo en la creación de unas creencias muy peligrosas y absolutamente mefíticas a nivel humano y antropológico.

También entiendo que, con respecto a la ortodoxia, a la ideologia «imperial» e imperante, la que tengo pueda ser una posición aislada, desagradable y a menudo solitaria.

No creo que sea una novedad para un intelectual: ya estoy acostumbrado a las voces y actitudes que entre el escéptico, el irónico y el aburrido se manifiestan.

Esos «olores en la nariz» que elevan los mentones y caracterizan las muecas y las máscaras sonrientes y asertivas (pero bajo la costra grotescas y engreídas) de los spin doctors ubicuos y perniciosos: los exitosos embusteros que hacen lecturas rápidas y apresuradas, los líderes de manadas transversales y de omnívoras élites de masa, los facilitadores del éxito y de las trashumancias instrumentales a la economía de mercado, a la de pensamiento y de praxis.

Creo que estas personas son absolutamente nocivas y peligrosas para el nivel de la experiencia, existencial y didáctica: igualmente podrían resultar totalmente perjudiciales para la expresión específica y la ética de los campos formativos artísticos.

Por eso pienso que se tiene que trabajar en direciòn opuesta en espacios diferentes.

He observado, respirado y creado un montón de polvo, soy bastante moderno, anarquista y despierto para saber que yo mismo en parte soy polvo y para no rechazar esta parte de mi.

Las alfombras son bonitas capas abajo de las cuales algunas veces intentan escondernos: entonces es importante que se aprenda a mirar y a enseñar el grosor que altera las superficies, a recordar y enfrentarse siempre y cada día con lo que reposa, trabaja o grita allí abajo, más que conformarse con lo bonito con el cual las decoran.

No obstante para algunos somos sólo polvo, pero yo afirmo que ninguno puede esconder nuestra existencia orgullosa, la mirada profunda y sensible con la cual nos enfrentamos al mundo: es por esta manera de mirar que nos atrevemos gozosamente y dolorosamente a vivirlo o algunas veces a pensar de dejarlo.

En este moto browniano que nos caracteriza como seres sensibles y como artistas flotamos a pesar de algunas reglas y fuerzas y de la materia con la cual nos enfrentamos: me gusta pensar que es por esto que nos tropezamos y encontramos, que existimos y mientras tantos dibujamos patrones únicos, geniales, diferentes e imprevisibles.

Entres hermanas y hermanos hechos de polvo aquí estamos en la obra de la vida: el uno para la otra.

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