Reaccionamos

de Cristiano Gabrielli

“Hablar de campo significa nombrar este microcosmos que también es un universo social.
Existir dentro de un campo (artístico, literario, etc.) significa diferir.”

Pierre Bourdier

“¿Tierra, no es eso lo que quieres: invisible resurgir en nosotros?”

Rainer Maria Rilke

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Estamos en este bello territorio en una posición especial.

Somos artistas e intelectuales: existimos como tales.

Reaccionamos y es también la ocasión para unas reflexiones, más que para prepararse a proponer y producir en un estado de emergencia.

Lo que està pasando en esos meses es más bien una crisis del sistema y puede ser útil analizar la situación, antes de planear soluciones o de declarar que trabajaremos para que “todo siga como antes» o que «todo regrese normal».

Reaccionamos a lo que vemos y vivimos con sueños difíciles, reaccionamos y diferimos mirando la realidad desde puntos de vista incómodos e inusuales.

Reaccionamos algunas veces desde puntos que parecen lejanos, respecto a los centros de significación y de interés.

Reaccionamos a una presión social, existencial y profesional, como creo que les ocurre a menudo a los artistas.

Los auténticos y honestos intelectualmente creo que deben ser gente sensible y realmente diferente, quizás difícil, latosa e incómoda, pero de los que se rompen la columna manteniéndola recta y usan la cabeza dejándola abierta.

Son personas que buscan a través de caminos poco frecuentados soluciones, incluso las veces que para hacerlo parecen detectar o tal vez crear y plantear grandes problemas primero a sí mismo y luego a los demás.

Ver lo que otros no ven no es siempre exactamente ser reconocido o ser triunfalmente galardonado y lucirse con el papel del genio visionario.

Primero es medir una incomodidad sobre sí mismo, advertir una alarma, relacionar las posibilidades y las responsabilidades de las propias acciones, quizás separándolas de la perfecta ganancia personal, lo que parece ser el calculo y deber primario de algunos.

El arte-empresa, el arte prêt-a-porter, el arte que se empaqueta para llevar es un género que, paralelamente al no-arte, al post-arte, al arte para todos habla a la barriga y a la garganta de todos porque el ego y el provecho de los mismos de siempre pueda triunfar de manera aparentemente democrática.

Por eso se ocupa principalmente de oscurecer, aplastar y embobar el sentido crítico.

Es alentada, producida, difundida y de hecho proclamada a menudo unánimemente como cultura.

Habría que preguntarse, más de lo que se hace, en beneficio de quién y de qué.

Es evidente cómo se manifiesta.

Tiene mucha vocación para la evasión, utiliza etiquetas y objetivos útiles de moda y tendencia, privilegia la likeability, se acompaña y hace mancuerna con las tortas, los aperitivos y unos malentendidos emprendimiento y empoderamiento.

Siempre favorece la cosificación y el aplastamiento de los contenidos y del territorio.

Un mecanismo de consumo totalizante y sórdido que favorece la precarización y la explotación, la mediocridad de las expresiones y de las ideas, su cristalización en narrativas obvias y funcionales a la definición, a la afirmación, al mantenimiento y a la extensión de dominios, plafonds y plataformas.

Visiones planas que por su naturaleza excluyen la visión de profundidad y ocultan las consecuencias al centrar la atención en un único resultado y un único objetivo, más aún cuando parecen encarnar y responder con puntualidad a la temática del momento solicitada y producida de manera igualmente y sospechosamente puntual.

Dudar de estas miradas, que parecen simplemente dibujar optimistas panaceas diseñadas a través de la ingeniería social de la propaganda fácil y destacada, para un artista, un intelectual y un trabajador cultural, en mi opinión siempre es obligatorio en todas partes del mundo.

Creo que es el único trabajo que hay que hacer, un deber que hay que cumplir a diario.

Otro trabajo distinto al de confeccionar respuestas inmediatas, juegos de sociedad, palabras de orden y respuestas a pedidos sencillos y adecuados para todos.

Otra cosa que producir algún tipo de decoración o quizás de entretenimiento comprometido y responsable que sea el azúcar ingenioso para endulzar y decorar una píldora para otros muy amarga.

Otro enfoque que aceptar la precarización del trabajo artístico como ortodoxia inevitable buscando maneras para hacer empresa y mercadotecnia.

Es el trabajo que me gusta hacer como artista, que nos gusta hacer como espacio independiente.

Significa horas y días alegres pero masacrantes de búsqueda, propuestas, experimentaciones, estudio, proyectos, trabajos, acontecimientos preparados con dedición, tiempo, amor e inversiones.

En más de cincos años de trabajo cultural hemos hecho lo nuestro, construido y definido un campo en esta ciudad de una manera que me parece muy digna.

Hemos ofrecido y propuesto a la comunidad diversas ocasiones de encuentro, de visión y diálogo, de profundización.

Puede ser útil echar un vistazo a la programación realizada sea aquì que en nuestra página, a los contenidos creados, a las lecturas y a las reflexiones hipotéticas.

Parece que hoy el pasado, incluso reciente, no tiene sentido, pero yo como territorio a frecuentar lo aconsejo: es una manera responsable de repensar el presente, dibujar un futuro posible y encontrar actitudes otras.

Son inversiones humanas y materiales que hemos hecho en autonomía, también de pensamiento y de contenido.

Quizás no tengamos aliados poderosos.

Elegimos de propósito nuestra posición afuera de los centros: es algo habla mucho de nosotros, de lo que hacemos y de las motivaciones que nos animan.

No reunimos a las masas, claro.

Los espectadores se acercan día por día, con curiosidad a nuestras iniciativas culturales y a nuestras propuestas, poco a poco se encaminan a aglutinarse en un público.

Yo personalmente no tengo prisa, nunca he pensado, ni me siento obligado o llevado a los consensos de la mayoría.

Desde hace 25 años como artista sé que el mío es un trabajo contracorriente, de paciencia, de tiempo y pasión, de incógnitas, algunas veces de soledad: sobre todo nunca termina y me parece siempre pretencioso, demagógico y sospechoso declararlo como algo cómodo y para todos.

Sé también que el problema nunca es el público en sí, el espectador: su mirada es fundamental, pero se forma en un contexto y en un ambiente, se dirige y demasiado a menudo se manipula instrumentalmente.

Convertirlo en masa es bastante simple.

Atraerlo con cebos de varios tipos y luego hacerlo engalanar y crecer en su mentalidad de feliz, entusiasta y asertivo atraído siempre ha sido el oficio de quien, por diversas motivaciones, lo quiere ignorante, funcionalmente analfabeta o selectivamente ciego.

Para evitar esto es necesario por lo menos enseñar, llevar a cabo, materializar modelos de divergencia, de resistencia, de reacción.

Así que el problema si, siempre es público y muy político.

Para muchos la ciudad, el territorio, lo político, lo social y lo cultural son algo que se muestra siendo reconocible y delimitable solo en el momento en que ciertas visiones interesadas e intereses definidos visionarios se unen en los centros, sobre todo de interés, se materializan en el desarrollo exponencial y en la (re)estructuración ficticia o subrepticia, continua e hipertrófica de los mismos centros funcionalmente a los estilos de consumo.

Por lo tanto, se reacciona.

Se reacciona planificando, buscando un punto de palanca, de apoyo y de empuje.

La clave está siempre en lo que haces, cómo y porqué lo haces.

Se reacciona, incluso respecto a experiencias hechas de algunas satisfacciones, pero pesadas en cierto sentido.

Construimos un campo, aunque quizás sea más funcional para algunos que ni nuestro trabajo, ni nuestro campo existan o signifiquen.

Así que definimos los campos.

Yo lo hago a mi manera, no usando lo políticamente correcto sino la mirada crítica y el realismo

Resumen.

Puertas institucionales siempre tocadas, para dialogar, para poner en disponibilidad, para ampliar las posibilidades del quehacer.

Proyectos enviados a los interlocutores públicos locales y nunca examinados: citas a varias secretarias solicitadas y nunca concedidas.

A menudo hemos tenido silencios en respuesta.

Algunos nos han contestado “muy interesante, háganlo y ya, pero no está un peso que gastar en eso”: a pesar de todo lo hemos hecho.

Pero se tiene que notar que después de la declaración precedente el dineral lo han entregado, unos cientos de miles o millones de pesos muy a gusto, simón…¡ y vientos! a los habituales conocidos o lo han dividido con algunos entusiastas asertivos que más conocidos se preparan o aspiran a serlo.

Lamentablemente, también hemos sufrido y soportado sabotajes bastante viles.

Hay contextos y personajes mezquinos y arrogantes que no soportan ni los proyectos ni las personas independientes y sin un provecho o un interés personal de cualquier tipo no solo no mueven un dedo sino se activan para que lo que le fastidia y le choca encuentre toda la inercia, los obstáculos y la indiferencia que pueden echarle contra.

He escuchado declaraciones sinceras, otras absolutamente hipócritas: “qué trabajo taaan necesario”, “qué regalo a la comunidad”, “adelante compañero”, “los admiro mucho”.

He escuchado comentarios y propuestas hechas por personas que miraban desde fuera del espacio preguntando principalmente si era una actividad lucrativa y cuánto, si se alquilaban las paredes, si venderíamos cerveza, gastronomía o falsa artesanía y arte similar, formando parte de plataformas artísticas de aplanamiento, respondiendo a las necesidades de los turistas, de la movida, del emprendimiento, del gremio bohemio.

Se tiene que aprovechar amigo, ahora estamos en los cuernos de la luna.

He escuchado muchas habladurías de artistas que en voz alta, pero en realidad muy baja, tomando una copa o durante una confidencia de inauguración o de antro, se quejaban de la mafia, la mediocridad y la estrechez de algunos contextos y la falta de espacio para la experimentación y las ocasiones de diálogo.

Pero mucho más a menudo eran más tonantes y sólo estaban presentes en las declaraciones de las redes sociales y en la intención declarada a toda boca de “llenar de arte la ciudad”, sin preguntarse mucho de lo que realmente se estaba llenando y de qué.

Pero tal vez la intención real era, principalmente, llenar bien algo más.

Al día siguiente la solución era menos urgente, ya que las ocasiones de actuar según ciertas modalidades y el espacio para materializarlas no hacen falta y, por consiguiente, el que se ha de llenar de la propia propuesta ya se había encontrado en otro lugar.

Algo que se explote, promueva o adorne con una hojita de arte, los verdaderos centros siempre lo proponen.

El día siguiente algunos se sentaban, porque hay que comer, muy inclusivos y sonriendo de buen apetito como invitados a las mismas mesas con los anfitriones que habían criticado el día anterior, preparándose en nombre de un sólido pragmatismo resiliente a cambiar el sistema desde el interior.

Viva la revolución.

Parecían urgir, a escucharlos, ámbitos de reflexión, expresión, acción y confrontación comunes para propuestas alternativas.

En realidad, salvo algunas excepciones agradables y dignas, puntualmente no las pedían y no las creaban más que de alternancia: exposición, visibilidad, emprendimiento y remuneración para sí mismos primero y para sus amigos, si convenía.

Con los socios se hablaba a menudo, se planeaba, se enfrentaba, a veces incluso duramente, estigmatizando los propios errores y los de los compañeros.

Visto así, parece un panorama bastante desolador y un retrato bastante injusto de un lugar y de un contexto que se aman profundamente.

Yo pienso que se demuestra de amar más lo que se conoce y se describe realísticamente.

La verdad que se materializa es a menudo incómoda, principalmente para sí mismos.

A menudo también yo soy crítico e intenso, quizás demasiado, y dentro de mi grupo de trabajo me siento el más pedante y el más viejo y gruñón, no siempre el más sabio.

Pero hay una reacción.

Sucede que lo haces, que eres crítico y atento cuando amas lo que haces y  el lugar en el cual lo materializas y lo compartes.

Lo que es diferente y honesto se ama del mismo amor, se respeta y se acepta, especialmente cuando se lo ve moverse en una dirección digna, autónoma y propia que dibuja el cambio: la diagonal común de avance resultante de direcciones fatigosas que a veces parecen o tienen necesariamente y justamente que alejarse.

Hay mucha gente valiosa y de primera clase en esta hermosa y complicada ciudad sobre el Pacífico, que cada mañana se despierta con colores de ensueño y se prepara para cada noche densa que debe atravesar con atardeceres que quitan el aliento y a veces las ilumina con lunas esotéricas y mágicas.

Hay y siempre habrá artistas e intelectuales y operadores culturales serios, preparados y sensibles, personas curiosas, reactivas, honestas intelectual y éticamente, interesadas e interesantes: no son sólo aquellos que han decidido colaborar con nosotros, estar de acuerdo o sonreír y animarnos.

Del mismo modo, sin embargo, hay zonas de sombra más densas que atravesar.

Hay tanta oscuridad en los márgenes y en el corazón mismo de una vida y de una crónica que a menudo se concentra cómodamente sólo en aquellos escenarios animados, coloridos, pintorescos obvios y floridos que tan de buena onda entregamos como cómodo telón de fondo de los personalismos a las fotos socialmente populares y a las espumosas, rufianas y patrióticas declaraciones de amor y pertenencia.

Algo que se olvida fácilmente y a veces se esconde culpablemente en los recorridos de gentrificación, en los paseos turísticos y en las delicias gastronómicas que se consumen entre una cerveza helada y la otra, entre una callejonada y la otra, entre un acontecimiento o un evento imperdible y otro, entre caprichos, entre predecibles éxitos.

Esos mismos escenarios maravillosos, reducidos a espléndidos marcos, en cierto sentido comienzan a estar contaminados.

Sirven instrumentalmente a los mandantes de todas las propagandas activas más que la colectividad que declaran privilegiar y representar.

Sirven para ocultar las partes que pueden ser incómodas y no es útil para algunos resaltar, ordenar o tratar de resolver a la raíz.

Sirven a personajes omnipresentes y aparentemente omnipotentes, sobre todo gracias a la aquiescencia o admiración interesadas, viles, instrumentales o cómplices.

Han colonizado plateas, espacios, escenarios, territorio, recursos, medios, ocasiones, cargos, encargos.

Son los mismos que están acostumbrados a pensar e interpretar diariamente el ámbito público, el espacio público y el ejercicio del poder y por lo tanto también el ámbito cultural, como una expansión natural de sus apetitos e intereses privados y personales, usándolos como moneda de cambio y de favor, repartiendo las sobras, las prebendas y los privilegios entre los más complacientes y útiles.

También estos actores declaran filantrópicamente que sirven o incluso se proclaman paladines indispensables, hasta el punto de que es previsible que a largo plazo se muestren como lo que son en realidad: amos nefastos, pretenciosos, arrogantes y exigentes por las mayorías que inconscientemente los sufren.

Siguen siendo los que contrabandean y sugieren voluntariamente sus intereses personales o de lobby como motivo de orgullo, ocasión imperdible, única solución de afirmación, de lucro, de ganancia y de triunfo, para todos.

Mido sólo 1.72 cm así que, cuando tomo mi café en frente a la puerta de la asociación, por la mañana antes de empezar otro día de MADE, tengo un cierto punto de mirada, por eso trato de enfocar.

Así que miro los chalecos anaranjados y amarillos que pasan con alegría y dignidad, o ya cansados y consumidos, preparándose para las horas de trabajo, de descarga y de carga, para las manutenciones y las chambas, para las esperanzas, las desilusiones y las listas.

Luego están los que buscan 10 pesos o un cigarrillo, una acera, una banqueta para barrer o sobre la que dormir para deshacerse de la cruda de una existencia loca y equivocada.

Hay aquellos para los que un peso de aumento es un problema y no un indicador de bienestar.

Hay aquellos para los cuales las inundaciones de presencias y los derrames económicos de estación coincidentes con los desembarques y los acontecimientos masivos equivalen sólo a toneladas más de mierda que limpiar y tragar, de diferencia social a sufrir, de asimetría del desarrollo a aceptar.

Hay quienes las galas, los eventos, las ferias de vanidad, las comidas gourmet orgullosas y las veladas bohemias no le resuelven la vida.

Están los destinatarios de las numerosas, paternalistas y cotidianas predicaciones a los pájaros.

Las numerosas alondras a las que se muestran, en la eterna y transversal campaña de propaganda, espejos y perlitas con los que se intercambian centímetros de esperanza o peor de dignidad.

Son centímetros muy útiles a los cucos de turno para especular tanto humana y socialmente como sobre el territorio.

Sirven para ocupar nidos, espacios o construir otras inquietantes estructuras que se contrabandean como transformación, fomento, impulso, desarrollo, ocasión, explotándolos o  poniéndolos  en venta en el momento adecuado por metro cuadrado como bienestar o logro colectivo.

Sirven para mostrar la luz al búho y entregar la joya a la urraca.

Pero hay quienes con dignidad buscan justicia por los abusos sufridos sin usarlos como taburete para la celebridad.

Están aquellos que, sin descanso ni esperanza, pero con valentía y obstinación, buscan personas desaparecidas o muertas, levantadas o arrojadas al fondo de una fosa que no se encuentra.

Hay personas privadas de dignidad que vienen, en función de la utilidad del momento, amaestrados y apapachados con una limosna, expuestos en las fotos peludas que manifiestan las máscaras grotescas y las sensibilidades sospechosas, invitados a la participación y manipulados como protagonistas entusiastas, incluidos en el acontecimiento de masa evasivo, en la celebración de lo obvio y en la orgía colectiva gratuita liberatoria.

Hay a quienes se inocula el gusto a la admiración y a la replicación de lo mejor de lo peor que en cualquier manera se defina, favorezca, imponga, etiquete, empaque, promocione sigue siendo siempre algo que se tendría que evitar: lo nefasto.

Son los mismos que de manera silenciosa, a veces ciertamente inconsciente pero no por ello menos urgente, piden y merecen de nosotros intelectuales actitudes distintas de la justificación al consumo cultural y al compromiso cool utilizado como elemento instrumental, ornamental y justificativo respecto a otros tipos de consumo.

Piden algo más.

Más que el pragmatismo del éxito a toda costa y de la glorificación triunfalista de opciones muy cuestionables.

Más que la identificación y la propaganda descarada, etnocéntrica y patriótica utilizada como palanca para la construcción del consenso y la justificación de decisiones subjetivas y utilitaristas.

Más que la definición de ventaja colectiva que desborda para cubrir el malabarismo, el favoritismo, el nepotismo y el padrinismo, a menudo el abuso, la corrupción y la mafia del poder que sigue al poder y en poder lo que quiere a pesar de las transformaciones y supuestas revoluciones.

Merecen algo diferente y algo más que los temas sociales y los hashtag de moda utilizados como zanahorias, los indigenismos y las buenas causas, buenas para quien las promueve.

Más que las proclamas oportunistas y las acciones hipócritas cabalgadas como caballos de un carrusel instrumentalmente útil y profundamente insulso.

Más de los problemas y de las vergüenzas reconocidas y estigmatizadas en otros lugares para asumir una actitud aparentemente crítica y una postura moral y negadas o ignoradas en donde se realiza un cualquier beneficio para no disgustar a sus partidarios, padrinos y socios y por lo tanto a sí mismos.

Merecen algo más profesional y cualitativo, ética y sustancialmente, que la evasión y la supuesta belleza cultural y estética tiradas como el equivalente del pan a los perros o de las latas vacías y aplastadas a un indigente.

Quizás no sean mayoría, no son todos, no son muchos, al menos escuchando algunas declaraciones de pertenencia, transversalidad, pragmatismo y bienestar colectivo, de triunfo y de consenso.

En cualquier caso, son mucho para nosotros.

Merecen una alternativa a las alternativas propuestas.

Esta es una buena noticia y lo más positivo que se puede desear e intentar lograr en una época de crisis.

Para construir aquí nuestra ciudad posible, nuestro espacio mínimo, imaginamos un terreno diferente, por lo que estamos trabajando y seguimos en el campo de hacer diferentemente.

Por eso, con orgullo no queremos ser centro.

Por eso mañana como siempre empezaremos otra vez a trabajar para la diferencia y no para la normalización y la explotación.

Para una mutación necesaria y no para la restauración de lo que se considera lo “normal».

Somos y nos quedamos al borde, queremos ser periferia cultural.

Somos y seguiremos siendo MADE.

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