de Cristiano Gabrielli
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Vuelta de tuerca: la estatuaria no es una lengua muerta.
El monumento está muerto: viva el monumento muerto.
En realidad, la única cosa realmente monumental a la que se asiste es a cierta idiotez.
Resumen.
Exprimir la adoración por la estatua o monumento con apapachos, besos y caricias, o sea, la adoración de un ídolo como dios es idolatría: una forma de parafilia, de superstición o de herejía, según si a mirar es un psicólogo, un racionalista o un ortodoxo de una religión contraria.
Sobre los que se definen actos de fe exhibidos no vamos a abrir aquí ningún debate.
Lo que puedo decir es que, cuando son realizados por personas con un rol social o político, normalmente son formas de fetichismo utilitarista.
La lamida al Santo o a la Santa sirve para lamer a los secuaces del Santo o de la Santa.
Casi una mamada por interpuesta persona con la mediación de una religión.
Y escóndete, De Sade.

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Escupir sobre un monumento, destruirlo, simbolizar y ensañarse contra las representaciones-simulacros es la dinámica clásica de las condenas en efigies hechas por las inquisiciones, de las derivas iconoclastas que caracterizan algunas ortodoxias, de las facturas y de las operaciones de baja cocina que caracterizan la dagida y las magias ceremoniales y al mismo tiempo la que desde siempre se pone en acto a la caída de un régimen.
Esta última operación siempre parece inicialmente muy liberadora y tal vez espontánea.

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Pero hay regímenes que son más astutos y artistas que son siervos, más tontos de lo que se piensan que son.
Un pedestal que se queda vacío puede ser el monumento mejor para una sociedad liberada y sobre todo que se queda libre.
Sobre todo de pensar diferente.
¿Para qué decirles?
El público a veces se mueve aturdido: en el mismo mes le puede suceder de alabar a la destrucción o de gozar de la caracterización con mentadas de madre, pinturas fluo y etiquetas del simulacro del déspota/colonizador/enemigo y de encontrarse aplaudiendo intervenciones o propuestas de intervenciones que crean nuevos simulacros realizados con las mismas modalidades técnicas y de contenido que los viejos simulacros o los rituales de régimen más obvios y consumados.


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Ya no queremos ese monumento, queremos a otro monumento.
Dinámicas ya vistas.
La religión es una estafa: por lo tanto, los nuevos rituales se oficiarán con las modalidades anteriores y nuevas parafernalias actualizadas en la antigua iglesia, rebautizada para la ocasión Templo de la Diosa Razón.
Uno de los actos obscenos en lugar público más de moda actualmente para el artista contemporáneo-social y aparentemente más agradables para el público de todas las latitudes es la decoración urbana.

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Cuando no elige la praxis de la ilustración cut-up y el método Frankenstein, que se exalta en hacer un collage de imágenes muertas para dar vida a un muerto viviente, a menudo coincide con la realización de una cara-iconostasios de un cualquier personaje muerto en una pared en dimensiones anormales.
La ontología del muerto coincide a menudo con la antología del muerto.
Para entregar a la historia se hace un feo d’apres de una fotografía o de un retrato célebre, preferiblemente dentro de dos o tres semanas del acontecimiento de crónica al que se hace link y guiño.
Si se tarda más, se corre un gran riesgo: el vídeo se hace demasiado largo, no jala bastantes likes y también desaparece el acto heroico de la hazaña gimnástica realizada solo en una semana en la cesta de la grúa.
Sigue la invitación en televisión y la entrevista difundida de manera acrítica sobre todos los medios en los que se consagra el estatus de obra maestra del producto, se disciplina sobre lo obvio del contenido, elevándolo a mensaje universal.
Luego se consagra para el ejecutor del despreciable aborto el estatus de intelectual comprometido y desde ese momento puede pontificar banalidades que se convierten en redes en sápidas citas.
Se derraman ríos de saliva mientras se lame toda la piruleta.
En los últimos días, en Italia, como en otros lugares, parece de repente ya pasado, por lo que en este punto se debe pensar que nunca ha sido real, el momento de la reflexión crítica sobre el valor del monumento.

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A medida que soplan vientos de guerra, se confirman ad libitum gobiernos de emergencia nacional-irracional o se preparan elecciones, revocaciones e invocaciones de mandatos, por parte de la mayoría parlamentaria como de las oposiciones, parlamentarias y extraparlamentarias, ha vuelto el siempre eficaz salamelé al academismo de tercer orden y al arte de propaganda y de régimen.
Cada quien elige la que hace más cómodo a su propio bando.
Entonces las caras gigantes y las pretenciosas evoluciones del enano de jardín están por todas partes.
La técnica se define como hiperrealismo si el trabajo presenta a elección:
A) al menos dos características somáticas en común con el modelo original;
B) una definición del poro de la piel o de las pestañas o de la arruga superior a las proporciones anatómicas correctas del sujeto representado;
C) no más de cuatro deformaciones somáticas o distorsiones ópticas debidas a la impericia del ejecutante.
En el caso de que la distorsión óptica prevalezca y sea debida a una evidente desproporción fruto de la carrera perdida con la fotografía, se invoca la presencia de la anamorfosis, que no tiene nada a que ver, pero siempre funciona.
En el caso de que la incapacidad del realizador sea manifiesta y su resultado absolutamente derivativo, la técnica es definida interpretación, apropiación o por los más místicos re-visitación.
En el caso de que sea igual a la foto, su único valor repetido entusiásticamente en los comentarios y en los títulos es que es indistinguible respecto a una foto.
Finalmente, como cada año, asistimos al regreso de la pintura.
Autodidáctica, aquí no bromeamos: que las escuelas se pudran más de lo que ya están podridas.

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En la escultura el nuevo renacimiento que avanza es llevado a cabo por tallistas cementeriales que se exaltan en saber esculpir el icónico mármol o modelar el icónico bronce, pero haciéndolo algunas veces peor que cualquier artesano de finales del siglo XIX.
Los mejores a las copias les ponen tatuajes.
¡Mejor que Canova! ¡El nuevo Miguel Ángel!
Pero como siempre, es Arno Breker.
Con o sin tatuajes.

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Las imágenes que resultan todas están estrechamente protegidas, los originales como sus reproducciones fotográficas, para garantizar los derechos de los que se han robado a las obras ajenas que ya no tienen derechos protegidos, pero en realidad pertenecen a la colectividad.
Toda una ganga: imagínate si los descendientes de Vasily Perov, de los alumnos o copistas de Agesandro, Arenorodo y Polidoro de Rodas o de Giovanni da Modena te van a demandar.
Se hace, por cierto, para que la colectividad disfrute de nuevas-viejas obras actualizadas y los derechistas que normalmente se declaran de izquierda puedan sacar provecho poniendo seguros sus justos derechos.
La alternativa metodológica es la bien-eficiencia: el acto performativo o la operina-etta, con abatimiento obligatorio de la cuarta pared, ¿quién no necesita en el fondo de una hermosa ventana panorámica?, ejecutados como en un pésimo piano-bar realizando la réplica a petición o en automático de los clásicos con cachet dado por causa justa o incluso no.
O sea, antes nace la retrospectiva y después, bajo la perspectiva cínica de explotar el evento, retrospectivamente se piensa en ser caritativos.
Son tan descarados que lo declaran.
Urge hacer llegar el dinero, ajeno no bromeamos, a los que lo necesitan.

Foto: Sean Kelly
El artista está siempre presente, al parecer: sobre todo cuando manifiesta la ausencia total de contenido relacionado, pero define formas y formalismos adecuados al mercado y sobre todo raspa un poco de exposición mediática.
Otra historia muy vieja, después de todo.
Dos ejemplos más.
En Italia, los Hamlet que ofician los rituales televisivos y sociales, exhiben el cráneo de Jorit y ostentan las reliquias ofendidas de Dostoevskij, declamando poderosamente con sus voces máscara, obviamente con puro método Stanislavski: ser es ser.

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Y ya se perfila una nueva disciplina olímpica-artística: lanzamiento del muerto.
Se tiran muertos gigantes en el muro, en el deporte de equipo se tiran muertos, por ejemplo, de Dombás, por un lado, y de Ucrania, por el otro.
Gana el que, al mismo tiempo, tirando sobre el muro más grande el muerto más grande, alcanza el tiro más amplio, saca del bolsillo los muertos más añejos y logra en el entonces decir algo absolutamente empeñado.
«Hice más yo para la paz con un mural que todos los gobiernos internacionales. Si Putin públicamente se ha conmovido (en televisión NdR) por esto que yo hice, entonces está dispuesto a considerar ofertas SERIAS de paz. (…) 3,2,1… ya van los haters a decir que Jorit es pro Putin!».
Tal el posteo del artista para al mismo tiempo, en nombre del multitasking, de la modestia y de la paz en el mundo, fomentar a los haters, llamar su porra al consenso y a la lucha, lucir su pieza y más aún su finísima análisis geopolítica.
Quizás también Putin fue rechazado por alguna escuela de arte y mientras trabajaba en KGB pintaba bonitas y sensibles acuarelas y ahora en su tiempo libre entre una orden de bombardeo y otra se dedica a dar talleres de arte terapia y de inclusividad mientras espera propuestas SERIAS de paz.
Sin embargo, es toda cultura: ¡y ya cállate fascista, si no pongo mano a mí revolver!
Así que viva el arte POP DOP y a todo UP con la demagogia.
Y luego recuperamos los clásicos, siempre está bien decir que son obras maestras, especialmente si ni siquiera las has hojeado.
Es extraño que, con todos estos admiradores, Crimen y Castigo no haya aparecido en los primeros puestos de la lista de los bestsellers en Italia, escabullendo por lo menos uno entre Fabricante de lágrimas, El club de los psicópatas, la Saga de Fayre o la serie Bridgerton.
Pero eso no importa.
El intelectual comprometido toma partido y se alinea: por supuesto, se cuela en el pelotón.
Gran entusiasmo.
Su actitud me resulta siempre extraña: a veces mira sin ver, escucha sin oír, se ríe sin saber el mismo el motivo.1
El público participante y glorificador no puede opinar otra cosa que respecto a la supuesta envidia alimentada hacia los intérpretes y su triunfo por quien plantea algunas objeciones tanto técnico-estilísticas como de contenido y quizás invita a una reflexión.
Una persona me escribió al final de un post cargado de odio: resígnate, nunca serás Jorit.
Menos mal: incluso las noticias que ya conocemos pueden ser buenas noticias.

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En México hay quien reclama la posesión y la raíz ancestral a través de la lamida y el beso en vídeo documentados con trucos de bajo voyeurismo.
Si el asunto del pirateo, de la apropiación y de la subasta de obras que pertenecen al patrimonio colectivo es cosa muy seria que se tiene que resolver, la declinación con modalidades igualmente burdas que la misma apropiación indebida no lo es.
La lengua, para dar muestra de golpear donde el diente está dolorido, lame.
El artista Pepx Romero ha declarado, en su defensa: las visitantes han asistido y disfrutado.
Las imágenes robadas a pesar de los guardianes del Museo Antropológico y del INAH, pero inicialmente difundidas en plataformas de Secretaría de Cultura como acto cultural, saben de peep show, de pornografía y de cancelaciones selectivas, de historias publicadas por error o de las de que, después de una peda, uno se avergüenza.
La defensa política de oficio del arte, hecha normalmente por aquellos que hacen arte de oficina y para oficina, adora la propaganda, pero también logra deshacerse de ella rápidamente cuando se vuelve incómoda para sus propios fines y la saca otra vez cuando redescubre de tener una justificación no solo políticamente adecuada sino incluso políticamente correcta.
Es el caso en el cual la izquierda de la izquierda desmiente lo que hizo como izquierda de la derecha para realizar, un poco a escondidas, lo que la derecha de la derecha normalmente actúa como plan maestro para que la derecha de la izquierda se ponga al tanto de lo que está de moda entre los mutilados y todos se adapten en consecuencia.
Hablamos de gente que, con la confusión que tiene respecto a las manos y a sus propias posiciones políticas, si se atreve a cruzar la calle, no sabe por donde mirar y muere atropellada.

Un anciano georgiano besa un busto del dictador soviético Josef Stalin en Tbilisi, Georgia. Foto: Shakh Aizanov
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Secretaria de Cultura esquizofrénicamente antes borra el video de sus redes y después retroactivamente saca otro precedente artístico de Javier Ocampo en el cual se realizaba la misma performance.
A decir: tenemos precedentes autoriales, ya premiados y galardonados.
Por nosotros mismos: contigo en la babeada.
Ni uno a opinar: ¿ya güey, o sea la mismísima acción?
Acosadər de estatuəs, un topic-trend: ya es una carrera.
O quizás un nuevo reto para TikTok, a ver si pega.

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La defensa de oficio acrítica la hacen obviamente también todos los secuaces, políticos más que artísticos: los argumentos son siempre los mismos.
Te arde, estás celoso, quieres, pero no eres.
Escapan muchas cosas en estas demarcaciones groseras y sectarias que a menudo proyectan sobre el prójimo la propia impotencia respecto a un verdadero acto creativo o denigran la capacidad de algunos para exigir que se creen cosas diferentes respecto a un cretino plafón deseado y para saber también realizarlas.
Se escapa también que la única degeneración verdadera y deseable para un artista es estar fuera de género: los demás se contentan con ser partícipes de la revolución, en realidad un simulacro ideológico que nunca históricamente realiza los ideales que propaganda, porque no se sabe o no se quiere llevar a cabo la subversión.
Entonces mejor la transgresión, con el permiso de Mamá y Papá: Estado, Galería, Museo, Alcalde, comitiva ideológica, público.
En este caso cada uno tiene los sugar-padres que se merece, además de los que piensa elegirse.
En el caso del artista en cuestión, que se babea y se besuquea a su madre y a su padre ancestral y a todos los parientes poniendo bien a la vista sus gafas de marca YSL, ¿Yo Solo Lamo?, como en las historias de Instagram, el particular ha escapado a todos y para nadie la cosa ha añadido más ridículo a la farsa grotesca.
Claro: los coolonialismos que se creen útiles se exhiben, al parecer.
O peor aún, ni lo reflexionó.
¿Será porque los actos estúpidos en lugar público con publicación de marca del sector privado, independientemente de la necesidad y de la densidad, se han convertido desde hace tiempo universalmente en los equivalentes para la colectividad de un alto acto estético?
Lo que está claro es que los más estúpidos son llevados a cabo por los más estúpidos de manera todavía más estúpida y son los que más se hacen virales y célebres.
Por un momento.
Del mismo modo, se imponen como cultura obras alienadas y alienantes que encuentran su puesto, muy cómodamente y ergonómicamente, como bienes y servicios.
Lo único que consuela es que a través de la incompatibilidad estética y el antagonismo entre la obra de arte y ciertos productos culturales, se puede tener la certeza de muchas cosas.
También que básicamente nos encontramos ante un nuevo totalitarismo que se realiza en un aparente pluralismo, descuidado y asimilante, donde es posible alinearse voluntariamente solo para ser parte de una categoría, para participar en la producción y el consumo de simulacros culturales que se manifiestan con las mismas modalidades de la política, de los negocios, del entretenimiento y que, por lo tanto, forman parte de la sórdida diplomacia del dominio.
Tanto del espectador-seguidor como del esclavo se espera que asocie al enlace propuesto por orden del capó una estructura fija de instituciones, instrucciones, actitudes, aspiraciones, comportamientos que se expresen en una reacción fija y específica.
Género y genérico van de la mano, en un diluvio de aplausos y en un mar interminable de indiferencia.
Y de baba.

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1El idiota, Fiódor Mijáilovich Dostoyevski