de Cristiano Gabrielli
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El trabajo que hace vivir en nosotros lo que no existe
Paul Valery
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Estrella blanca
Viaje en autobús: un pequeño diablito de mercado cargado de herramientas y moldes, un equipaje que sacrifica la elegancia por la funcionalidad, una mochila hinchada.
Nada de lo que se espera de un artista famoso o exitoso, afortunadamente.
El éxito ya ha ocurrido: todo eso siempre ha sucedido antes.
El riesgo de medirse con la ejecución de una obra está saturado de otras seducciones que deben ser menos astutas y más sabias.
Comienza pronunciando algunos no, funcionales al definitivo sí de la creación.

No querer ser X es la primera forma de definirse, autodeterminarse.
El resto viene en consecuencia.
Porque haces lo que haces y nada más.
Porque lo haces allí y no aquí.
No ser profeta en la patria, no querer ser profeta de ninguna patria.
Días de guerra lejanos, días de elecciones y de llamada al compromiso, días de alineamientos eréctiles y de violaciones electivas, días de fascismos expandidos estallados en droplets en los conatos recíprocos que acusan de fascismo, días de idolatría, días de patridiotes.
Días donde la demagogia de lo obvio conquista territorios con actos expresados a través del mecanismo de la auto-declaración: la certificación, como la masturbación, es siempre un acto que resuelve un problema estrictamente práctico, precisamente mientras que consagra un, a veces gratificante, estado de lo obvio.
Días de excitación simulacral.
Para dar mejor los golpes debajo del cinturón se muestran consoladores de varias formas, tamaño y color.
El entusiasmo, al contrario, debe ejercerse como un acto auténtico, deseoso, utópico, por lo que se convierte, paradójicamente, en nuestro hacer de artistas conscientes en un acto profundamente crítico.
Sin entusiasmo auténtico y solo simulándolo somos prisioneros del evento, de los juicios episódicos o funcionales al éxito y la obra se pudre y se convierte en una obra de moda descuidada, nacida ya putrefacta en su ser funcional para ser simulacro de sí misma.
Esto se debe a que, al manifestarse en los lugares intercambiables, la obra descuidada justifica únicamente su propia piel, precisamente mientras recibe la misma idéntica justificación de su contenedor-marco.
Una relación víctima-verdugo en la que los verdugos se han convertido en una alegre pandilla, un ceremonioso cartel y la única víctima es la profundidad del arte y su posibilidad de ser transmitido ponderalmente, como un significante a largo plazo.
Un alcance más amplio que es imposible en ciertos mecanismos por el simple hecho de que siempre hay otros lugares físicos o virtuales aún más de moda, donde se organizan eventos aún más de moda y se muestran obras aún más de moda y así es como la obra de moda, en su obsesión por convertirse en absolutamente adecuada a la moda, rápidamente pasa de moda.
El viaje es una funda móvil cuando no se entiende como otro disfraz para lucir: lo que se abandona/nos abandona está exquisitamente disponible a la eternidad, así como a lo que estamos destinados, el destino.
Reflejos en los vidrios: esta compenetración ya es mía, esta importancia de la posición y de las relaciones, por lo que ya es una cualidad que se puede transmitir a la obra.
Viajar sobre una estrella blanca significa no eximirse de la responsabilidad de contribuir a su luz.
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Lecciones
Preparar un aula para que sea un sitio de acciones y reflexiones.
Sillas desiguales y estratégicamente dispuestas para que cada uno encuentre su posición en el espacio, para que se familiarice inconscientemente con la misma praxis que deberá asumir respecto al hacerse de su propio proceso.
Un laboratorio que pueda ser el espacio del hacer, no el lugar del ya hecho.
Aquí la obra está todavía y siempre ausente, como deben estar ausentes las tareas a realizar, es decir, de declinar según una previsible praxis, como un ovillo.
Es el momento de la provocación, encontrar la manifestación que ponga en duda lo habitual, sembrar la duda que es la semilla del pensamiento crítico.
Ocurre en un par de encuentros una especie de selección, una hemorragia que en otro tipo de clase no es posible.
Flujo de salida, que mide tanto la capacidad del maestro como la dedicación del postulante.
A las secuelas la ardua sentencia: no estamos aquí para ser solo sentenciosos, sino sintientes y sensibles.
Una vez más la cueva: metáfora y punto de manifestación ancestral y modernismo.
Se trata de actualizar medios que son arquetipos: cortezas, maderas, signos, color, superficie, espacio, vocación, ausencias, entre otras cosas.
Escapar de la moraleja de la fábula, que es el lixiviado, el residuo indiferenciado de la ética.
Abandonar la necesidad de un signo fuerte/opinión que me identifique, que nos identifique en el capricho de poderlo/quererlo/tener que trazarlo y en una claque que lo aplaudirá independientemente.
La que estamos viviendo es una época poco adecuada para los alquimistas, precisamente por esto: es la primera época en la que lo que se sabe y se hace la mayor parte de las veces moralmente no puede representarse, mientras que al mismo tiempo, gracias a los medios físicos y a la técnica abierta y difundida, todo se representa.
Puesta en escena, representación: medios, que por sí solos son precisamente la mitad de la cosa.
Aquí está la posibilidad de una respiración de eternidad, incluso en lo que es temporal.
Lo efímero, tan glorificado en otros lugares y asumido como ídolo es otra cosa: lleva al fetichismo de la producción y de sus objetos, que en cuanto fetiches deben ser necesariamente abusados por un sujeto para cumplir su función.
Por lo tanto, son ideas de proyecto las que se materializan, junto con una idea de práctica personal, autonomía y responsabilidad en las elecciones.
En las disciplinas altas es el ejercicio del oficio que hace que la obra se manifieste poco a poco.
Si ya habrá un cambio en aquellos que trabajan mientras trabajan, primero inconscientemente y poco a poco más conscientemente, entonces podemos pensar que la veremos una vez más como la primera vez que nos sucedió, la obra: como estudiantes, como artistas o como espectadores sin prejuicios y abiertos a la auténtica curiosidad.
Trabajamos para manifestar algo que no cambia la naturaleza objetiva, química y física de la cosa/objeto en sí, pero que debe lograr modificar su relación con el sujeto y, por lo tanto, el sujeto mismo.
No el verbo, la cháchara que la define a posteriori en los rituales o en el fideísmo cultural, sino el discurso que se hace/nos hace mientras se está en fase de construcción y de proceso.

Peso, técnica, medidas, materiales son la ontología de la obra, su chasis físico, el medio de manifiesta-acción: lo que cuenta es lo que auténticamente la nueva cosa, primero oscura y escondida, luego antiquísima y natural, precisamente por esto, añade al universo de las cosas naturales y artificiales, de los pensamientos, emociones y sentimientos humanos.
Un papel de algodón puro, el acero corten o los píxeles de un proyector (etc.) en comparación con una obra de arte nunca son la cosa en sí.
Las definiciones tótem que abundan sin tabúes para calificar la nada son el soma, por lo tanto, la pura carga.
El tema de actualidad, la recitación a sujeto, es un buen ejercicio de escuela secundaria, normalmente al mismo tiempo ejercicio de estilo y retórica realizado para encontrar una buena gramática y sintaxis y el aplauso y el consenso de un interlocutor ideal específico.
Identificar y convencer a interlocutores específicos significa tener un público, no todavía y nunca tener una obra.
Otros desechos, en parte los mismos de siempre.
La declinación del propio discurso respecto a la información que informa y da forma a la noticia es la mayor parte de las veces una urgencia de quien no sabe que no puede nunca ser sincrónico respecto al flujo de la información y , por lo tanto, se congela en el hoy del último grito en primera página.
Por una sórdida costumbre de la época identificamos la cualidad con la cantidad y, en consecuencia, también nos inclinamos a confundir la autoría con la manera y la mise en scène.
En cambio, debemos exigir que la misa haya terminado y no aplicarnos diligentemente para que sea falsa.
Así que en estos días la única práctica recomendada es tratar de no trabajar en esto.
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Romance en Durango
Sobre todo lo que he hecho como artista en estas semanas voy a escribir otra vez, tal vez.
Aquí quiero decir muy pocas cosas.
Salí muy temprano y volví al anochecer muy feliz.
Discutí su mundo abiertamente con artistas y artistas en formación.
He trabajado junto a seres humanos que tienen el corazón, las manos, el alma y la columna vertebral recta.
He disfrutado del vuelo del águila y el del buitre: usan las mismas corrientes ascendentes para volar, hay que pensarlo mucho.
A menudo escuchaba el sonido del viento mientras estaba ahí: era tan hermoso como natural y armoniosamente se relacionaba tanto con el rascar del grafito en la pared que con el correr de la arena en la criba, con el crujido del rotulador sobre el cristal y con el movimiento del andamio sobre la alfombra.
El último día, como en un sueño que tuve hace años al volver de un viaje por el desierto, llegué de espaldas a mi mismo diciéndome: has terminado.
Mi sorpresa está indisolublemente ligada a mi reconocimiento.
Estas son cosas raras.
Todavía quiero saborear la emoción pura que este hacer puro me ha dejado.
Espero haberle entregado esta emoción también a quienes me han preguntado en estas semanas sobre cómo hacerlo.
La respuesta sobre qué hacer y cómo hacerlo siempre está en nosotros: al mismo tiempo, también define quiénes somos, nuestro papel y nuestra naturaleza.
Al final, cuando siento lo que siento ahora, siempre respondo así con respecto a lo que he logrado.
Es la suma de todo lo que soy y sé, materializada por una sola vez, en un solo lugar.
No se puede repetir.
Como la vida, después de todo.
Si no podemos hacer esto mientras hacemos arte, entonces para mí es mucho mejor abstenerse.
