de Cristiano Gabrielli
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«La sveglia* se da en la mañana, muy temprano”
David Fagioli
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.No es fácil en esta época encontrar artistas que huyan del uso y abuso del efecto o del lenguaje codificado según cánones y ortodoxias.
Más difícil todavía es encontrarse de frente a formas de desobediencia reales y concretas respecto a las expectativas cómodas del público o del contexto, a los cánones mercadotécnicos, a las poses, a las formas confortables y reconfortantes y a las pieles maniqueas con las cuales se confeccionan los tótem tanto de la cultura del entretenimiento como de la decoración conceptual que entretiene a la que se define como “cultura”.
David Fagioli con su escultura, desobedece siempre, asume posiciones.

Lo hace a través del tamiz de la sensibilidad franca de una visión del centro, del problema expresable, de la obra, efectuada siempre en los márgenes del imperio y la ciudad, desde el borde del mapa conocido, para ganar distancia y profundidad.
Desde su ubicación “estudio con escaparate en Tor Bella Monaca”, decisión para nada casual la de situar su espacio de trabajo y punto de observación y acción en una de las colonias emblemáticas de la waste land expandida de las periferias de Roma, filtra lo monumental y sus lenguajes.
Ahí nacen y se manifiestan santos boxeadores, santos-inmediatos y santos-demasiado pronto, obeliscos disidentes, meteorológicos, despertadores, burlones e irreverentes.

Vírgenes cíclopes, neo clasicismos y anatomismos irónicos así como apasionados, modelados musculares de mandíbulas astutas y narices periféricas, cabezones ultra físicos con acabados naval-automovilísticos o minimalistamente hipertróficos con peinados afro-barroco-naturalistas.
Pantallas futuristas ultra planas, bajo relieves, sobre las que se congelan e inmortalizan los gestos inefables de las víctimas y los kamikazes, del matón fanfarrón de colonia y del matón despiadado verdugo planetario.

Balsas que zarpan para la restitución de los patrimonios de la humanidad robados por los colonialistas económicos y culturales o más recientemente hundidos, volteados, inmóviles y silenciosos en el grito de una humanidad ofendida, negada y hundida: aquella de los migrantes “ayudados en su casa” y por esto hechos o dejados naufragar en el Mediterráneo, precisamente en el umbral de nuestra casa, muertos sacrificados por la defensa del prejuicio, del egoísmo y el privilegio.

Paquetes culturales envueltos y sarcásticos, vehículos listos para la difusión endémica de los restos parcelados del arte todavía significante como vacunas en la cínica era de Amazon, de los cuales usualmente se asoman las formas, los fragmentos parpadeantes y los marcos que esconden la pantalla-chiste y al mismo tiempo la amplifican.

Denuncian la idiotez, el vacío y la envoltura, el empaquetado como estrategia masiva de lo contemporáneo y la posibilidad de supervivencia del lenguaje eterno del arte aún a través de la ruina y el pedazo evidenciado o ritualizado, vuelto significativo por el hacer y consignado todavía explosivo, todavía pulsante y caliente.
Así el artista se venga de lo banal y de sus opresiones, de la mercancía y sus seducciones, de la arrogancia y de aquellas posiciones políticas de masa que terminan por modelar lo privado de todos a través de la desensibilización y la demagogía.
Lo hace por revancha e hipérbole, volviendo a proponer los lenguajes y a veces los mismos fetiches o materializaciones de las malas costumbres y los regímenes, tanto ideológicos como religiosos y culturales, que transforman en tragedia o devalúan a una farsa la experiencia y la existencia sea del artista que de la persona humana.

Sus obras son entonces armas de respuesta, de ofensa y sarcasmo, de blasfemias y salvaciones, de reflexiones y de toma de distancia, de pacificación y contraataque.
Ojo por ojo, sin adoptar las consolaciones fáciles o los generosos descuentos de condena, sin simplemente jugar con las palabras o utilizar instrumentalmente y comprimir los hechos.
Todo el patrimonio visivo significativo propio, del territorio, de la ciudad vivida y de aquella sobrevivida, de la experiencia, tiene derecho entonces a ser re-materializado, restituido a la existencia y a la esencia a través la específica metamorfosis y catarsis, incluso en el muestrario-bestiario expresado.

Instrumentos de esta salva-acción son el molde, el juego de reversar las zonas de sombra, el blanco táctil e icónico, la monumentalidad de cartón de la ciudad capital eterna, vulgarizada y rufiana aunque siempre viva y transmisible, que sintetizada y corroída se vuelve la metrópolis post moderna y el no-lugar, la tranza y la mierda del pueblo global de la desinformación y de sus fetiches estatuarios tontos, la idolatría del objeto-mercancía-paquete y el sacrilegio perpetrado al humano.

Para Fagioli va expresada en voz alta, en cada caso con veraz empeño, la representación y la materialización de la ofensa soportada o notada y su denuncia/resolución/compensación, en un proceso y una relación drásticos, inmediatos e irónicos con el espacio, con el problema y con el sujeto de la representación.

Aquí se materializa la acción de una escultura no objetual, de una acción pobre jamás empobrecida de la obsesión por lo material o la tecnología o por la parcelación y simplificación de la experiencia.
Aquí es el espacio para ocupar no con un simulacro sino con el volver físico el gesto del arte, con la idea que se opone a la ideología, con la presencia puesta en evidencia, con la escultura que regresa a testimoniar no tanto el avenimiento de un nuevo tipo o la enésima metamorfosis que materializa una moda o resucita o actualiza un estilo.
Es más bien la posibilidad de ser todavía un grumo de significado a entregar, fuerte cachetada a la ortodoxia del pensamiento débil y a la idea de obra como eterna y cómoda mercancía de entretenimiento para intercambiar con el poder, para obtener reconocimiento del público.
Una advertencia densa y potente: despertar las conciencias es un deber primario del arte, cuando quiere situarse al centro del discurso sobre lo contemporáneo, para finalmente superarlo.
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*sveglia : El rito de la “sveglia” (“el despertador”) en las cárceles romanas de 1800 era una paliza realizada sorpresivamente: sistemática, incondicional y brutal. Todos los presos en la noche eran mantenidos en un cuarto común y luego eran golpeados por los guardias de sorpresa, con las primeras luces del alba, antes del interrogatorio matutino, para debilitar la resistencia e inducirlos a la confesión veloz. Por esto, “sveglia” en el dialecto/slang romano indica tanto una solemne lección impartida a alguien (le ha dado la sveglia, ahora te doy una sveglia) como una inesperada e inmediata (nos han dado la sveglia, me tomé la sveglia)
David Fagioli
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#RESISTENCIA es un proyecto de MADE A.C. https://www.facebook.com/madeasociacion/
Dirección artística y diseño Cristiano Gabrielli
Producción, mediación cultural y traduccionesVanya Saavedra
Registro fotográfico y de video German Torres

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